11 de enero de 2012

PIEL DE ÁNGEL

Él, yo y su cama. La calle de Donceles en el centro histórico de la Ciudad de México, su tiempo libre, mis ganas de amarlo hasta mojar mi sexo y su ajetreada agenda por cumplir con su trabajo para pintar con la luz. Yo mexicana y el argentino, pero el mismo deseo por sentir, por despojarnos de la ropa y por huir de los fantasmas de nuestro presente. En común tenemos nuestra vida monótona, vacía y aburrida; detrás de nosotros, el karma del mal de amores y  la vil costumbre al fracaso.

Cada tercer día espero con ansias locas la hora de nuestro encuentro; me perfumo, busco mi mejor lencería y pinto mis labios del color que a él le gusta. Salgo de casa con la única ilusión de verlo, de sentir sus manos tocar mis senos, de juntar nuestros cuerpos llenos de deseo y pasión. Sus cuarenta y siete años, le llevan una gran ventaja a mis veintitrés. Se nota en la forma de tratarme; es evidente por la forma en que su lengua recorre mi cuerpo, cada rincón lleva su esencia y su ser.

Su piel es caliente, trae el fuego detrás de él, donde me besa deja huella, donde me toca estremece mi ser y sabe distraer la memoria de su amante a la hora de la entrega. Él sabe dejar placer en cada músculo y centímetro de mi piel. No sé lo que siento, no sé si lo amo o sólo es placer, no sé si es sexo o compañía, pero de algo estoy segura: he conocido al hombre poseído más allá de su cuerpo, el que viaja hacia la llama.
Una amiga es nuestra cómplice. Sabe de mis citas y encuentros con él, está consciente de mi historia erótica, de mi avidez hacía él, de que me encanta su sexo y que estoy loca por él. No me interesa lo que piense la gente, mucho menos si me descubre mi marido y dejo de tener el título de la mujer fiel; me preocupa perderlo y perderme por él.

Me da igual las calumnias y las difamaciones, me tiene sin cuidado lo que piensen los vecinos del lugar que me ven llegar tan seria y salir hecha una fiera. No me interesa si esa tarde, mañana o noche,si perdí un botón, si se rasgo mi media o mi falda se arrugó. Me buscaré mil escusas para encontrarme con él, desde las más absurdas y obvias, pero me valdré de ellas para poderlo ver.

Si se va de mi lado, lo que más extrañaría sería mi sexo mojado y su ardiente placer. Le escribo a mi gran amante, a mi gran fotógrafo, al hombre de fuego con piel de ángel, a ti en donde quiera que estés, te digo “te veo mañana en donde siempre, pero ahora en un café para cambiar la costumbre que me encanta".